Los otros días, tendidas en la cama, mi hija adolescente y yo, mirábamos un reality show de esos en que un supuesto casting es el espectáculo en sí mismo. Como el candidato mucho no nos gustaba, ya que desafinaba con ganas hasta para el más sordo, mi hija, comentó con cierto fastidio:
- Qué gracioso, miro la pantalla y veo como que falta la barra de YouTube para adelantar.
- Eso es porque pasás demasiadas horas mirando videos en la compu - censuré escasamente convencida
... y sin más, olvidando ya al desafinado del concurso de TV, me quedé pensando en cómo cambiaron las formas de consumo audiovisual. Hasta hace poco, me parecía un milagro no tener que escuchar las canciones de relleno de un Lp. Con la llegada del CD, adelantar la cinta había dejado de ser algo impreciso y fastidioso...
Pero el concepto fue mucho más allá. Muy pronto este uso se instaló también para el video en donde cada vez más, un contenido tiene menos tiempo para conseguir la aceptación del publico... para atraparlo, para lograr el esquivo y exigente engaging.
¡Al lado de You Tube, el control remoto, pasó a ser un juego de niños!
¡Al lado de You Tube, el control remoto, pasó a ser un juego de niños!
He mirado mucha TV en mi vida. Fui público cautivo, espectadora aplicada, televidente generosa. "Sobredosis de TV", cantaba Gustavo Cerati en los 80, y yo entendía muy bien a qué le cantaba. La televisión, por muchos años, fue una suerte de reloj flourescente que marcaba mis horas, los estados de ánimo y hasta el clima doméstico. Sin embargo, ha pasado a segundo plano. En casa hoy en día, solo la prendemos en escasas ocasiones, cuando nos enteramos de una noticia fuerte, de esas que se desparraman a alta velocidad por las redes sociales, en los partidos de fútbol... quizá alguna película, de vez en cuando.
He visto como la TV, masiva y multitudinaria, se dejaba acompañar por ese público desconocido que, ubicado en cualquier otro lugar, nivelaba su heterogeneidad en la experiencia mediática. Pero finalmente, la poderosa TV pasó su momento de gloria. Actualmente - y muy especialmente - para las nuevas generaciones, consumir productos audiovisuales en la web es una experiencia que hace supremo culto a lo individual, al producto "a medida" y a la inmediatez de saltear lo que no gusta, sin perder el valioso tiempo, en que preferimos navegar libremente lo largo y a lo ancho de millones de bytes...
Y así es nomás. En casa ya no miramos TV. Ya no le tenemos paciencia.
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