La Disney expande su territorio en la red con una suerte de Second Life for Kids en versión helada, cuya popularidad entre niños de siete a doce años va en aumento. Estoy hablando del Club Penguin, un entorno virtual en el que a través de un "avatar-pingüino", es posible acceder a una serie de eventos en línea a través de los cuales, los niños pueden jugar en red.
Montado sobre un escenario polar, la red social que propone el Club Penguin, presenta importantes recaudos de seguridad destinados a evitar desvíos en el tono de las interacciones sociales entre los participantes. Por otra parte, la propuesta desalienta insistentemente todo suministro de información personal, facilitando el resguardo de la identidad de los menores que participen del juego. Completa esta idea una guía para padres, apoyando a estos en la tarea de enseñar a sus hijos a desenvolverse en un entorno virtual.
Desde el punto de vista de los niños, el Club Penguin resulta particularmente atractivo, no sólo por la interacción con sus pares, sino porque la propuesta lúdica apunta a habilidades muy variadas que van desde la observación-exploración hasta la destreza al teclado.
Club Penguin no se financia con publicidad sino a través de una membresía. Los miembros tienen privilegios como la participación de eventos exclusivos o la adquisición de diferentes objetos a través de un catálogo. Sin embargo, el uso gratuito del servicio, permite acceder a gran parte de las propuestas del entorno. Todo usuario dispone de una vivienda gratuita (un iglú), puede comprar un par de tamagochis (puffles) en la tienda de mascotas -de cuyo cuidado hay que responsabilizarse- y participar de numerosos juegos y eventos.
Es interesante la propuesta del “Agente Secreto” como una estrategia de regulación interna del juego. Todo usuario con una antigüedad superior a los 30 días pueden solicitar ser admitido como “Agente Secreto”. Estos jugadores, participan de algunos juegos dialogados (misiones) y reciben simultaneamente algunos privilegios, como acceder al Cuartel Secreto de los Espías y un teléfono celular con herramientas especiales que además permite la “teletransportación”. A cambio de todo ello, el pingüino-espía asume un compromiso de honestidad con el objetivo de ayudar a otros pingüinos, reportando el comportamiento indebido de algún participante.
Recuerdo que cuando era chica, mamá me enseñaba qué debía y qué no debía decir por teléfono, qué cuidados debía uno tener en la calle con los desconocidos. Nuestros chicos hoy deben aprender además cómo debe uno comportarse en línea: aprender a participar de una red social sin correr riesgos innecesarios. Creo que el Club Penguin es un buen lugar para dar esos primeros pasos.
Visitar el Club Penguin
Graciela Paula Caldeiro, 2008. Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.