Se habla diseño industrial. Pero sin duda se aplica al texto lingüístico... y a muchas otras cosas.
¿Por qué asumimos que lo sencillo es bueno? Porque con los productos físicos tenemos que sentir que podemos dominarlos. Si consigues imponer el orden dentro de la complejidad, encuentras la forma de que el producto se rinda ante ti. La sencillez no es simplemente un estilo visual. No es solo el minimalismo o la ausencia de desorden. Es un concepto que requiere sumergirse en las profundidades de la complejidad. Para conseguir una auténtica simplicidad, hace falta llegar hasta lo más hondo. Por ejemplo, para que algo no lleve tornillos, a lo mejor necesitas un producto muy enrevesado y complejo. La mejor forma de enfrentarse a ello es profundizar más en la simplicidad, comprender todos los aspectos del producto y de su fabricación. Tienes que entender en la profundidad de la esencia de un producto para poder deshacerte de todos los elementos que no son esenciales.
Jonathan Ive
Ive, quien formara parte del equipo de diseño de la segunda etapa de Apple, era seguidor del diseñador alemán Dieter Rams.
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