Se han escrito muchas cosas sobre el fundador de Apple últimamente. En general casi todo lo que se ha dicho sale de tres fuentes: el memorable discurso para los graduados en Stanford, la película “Los piratas de Silicon Valley” y por supuesto, la biografía de Isaacson, que incluye a las dos primeras y que acabo de terminar de leer. Así que, sin pretender repetir más de lo que se ha dicho, me permito compartir tres de las reflexiones que me inspiró este libro.
a. Abierto vs. cerrado
a. Abierto vs. cerrado
El gran debate de la era digital oscila entre lo abierto y lo cerrado. Este debate es tan importante que repercute en múltiples ámbitos, tantos que exceden este pequeño post. Se trata de dos posiciones antagónicas que suponen concepciones filosóficas diferentes es cierto, pero también diferentes modelos de negocios.
La visión de Jobs era que el diseño de los productos debía ser simple e intuitivo. Partía de la idea de que nadie tendría interés es perder demasiado tiempo en aprender a utilizar algo cuando su objetivo no estaba puesto en la tecnología misma sino en lo que podía hacer con ella. Entonces, puso todo el énfasis en el diseño minimalista de inspiración zen en donde hardware y software fueran concebidos como una unidad. Esta concepción integrada del hardware y el software exigía que estos fueran cerrados, inviolables y sobre todas las cosas, perfectos.
El modelo contrapuesto es el abierto. Pero ojo, sería apresurado irnos por las ramas del software libre o la filosofía de los hackeres. Desde este enfoque, la cuestión tiene mayores matices. Windows sería un ejemplo de un modelo en donde hardware y software son concebidos de forma separada, apostando a conquistar el mercado por otro camino. Menos cuidado, con muchos errores pero sin duda, con no pocos aciertos comerciales.
Los productos Apple fueron pensados para conquistar a las masas (el primer Mac, y su sucesor iMac, el iPod, el iPhone y el iPad) y supieron crear nuevas categorías de productos. Sin embargo, desde el punto de vista del marketing, se instalaron en el nicho de lo premium, en el elitista club de la excelencia, en la vitrina de los objetos de culto. La perfección tuvo su costo y fue el de centrarse sobre un segmento exclusivo. Sin duda fue suficiente para para crear una gran compañía.
El camino de los sistemas abiertos, da lugar a las variantes y a las versiones. La evolución se da por ensayo de error, y al final, lo más apto se impone sobre lo menos apto. Me viene a la mente una analogía cara a la biología: en la concepción de Apple, el modelo parece responder al estigma creacionista: el diseñador tiene un objetivo muy definido hacia el que se dirige. Y si se apartara de él, más le vale retroceder y ajustar el rumbo.
Pero ambos caminos, el abierto y el cerrado, son posibles. Se bifurcan y se cruzan. Y los usuarios caminan sobre ellos. Y dejan sus huellas.
En este aspecto, la biografía de Jobs deja muchas preguntas sobre el futuro. Google, parece retomar en simultáneo la experiencia de Microsoft y la de Apple: apuesta a Android, pero compra Motorola...
b. Si simple, dos veces bello
El libro de Isaacson es la historia de una obsesión: la obsesión por lo bello. O lo que Jobs consideraba bello. En su concepción del diseño la estética determinaba todas las decisiones del proceso.
En un mundo tecnológico en donde la complejidad es la norma, Jobs consideraba que cuando más simples fueran los objetos más bellos serían. Y la simpleza en el diseño de productos electrónicos, entendida en el sentido de intuición, requiere de una capacidad de empatía enorme. Cuando uno se encuentra muy embarcado el el diseño de cualquier proyecto, le resulta muy claro comprender como fuciona, sin embargo, que otro pueda comprenderlo rápidamente, supone un enorme desafío.
Entonces, lo bello se vuelve bello también por accesible. Y esto no es, en absoluto, una cuestión menor y quizá el legado más importante que Jobs le dejó a la industria... ¿sólo a la industria?
c. El carisma
c. El carisma
Se han escrito muchas líneas sobre la compleja y contradictoria personalidad de Jobs. Se ha dicho de el que era un genio o no tanto. Que era caprichoso, fanático, frío... o extremadamente sensible. No me interesa entrar en esa discusión, aunque imagino que solo una personalidad arrolladora puede generar tantas pasiones.
Lo interesante, sin embargo, es que la historia de Apple (y la de Pixart también) deja bastante claro que ni siquiera con una personalidad como la de Steve es suficiente para construir una gran compañía. Nadie, por capaz, seguro o arrogante que sea, se basta a sí mismo.
La biografía sugiere que esto era muy claro para Jobs. Por eso fomentó el trabajo en equipo, la integración de los diferentes departamentos y por sobre todo, supo sumar a sus proyectos a personas muy talentosas. Y supo también cómo motivarlas, quizá incluso hasta inconcientemente por caminos extraños. A veces, que alguien desempeñe el papel villano da lugar a la consolidación de grandes equipos de trabajo.
Lo curioso (o quizá no tanto) es que para él, Apple no era exactamente un medio para hacerse más rico sino una oportunidad para la trascendencia. Su ambición era controlarlo todo para que se ajustara a su parámetro de perfección. La riqueza, en definitiva, era valiosa en tanto le permitía redoblar la apuesta y continuar construyendo pirámides de cristal. Este fue el secreto de su carísma, que lo transformaba a la vez en héroe y villano.
¿Cuántas veces a fin de evitar conflictos solemos preferir resignar ambiciones y conformarnos con lo aceptable aún cuando sabemos que podría ser mejor?
***
Y con esas tres lecciones me quedo pensando que no hay un destino a pesar de los entornos que nos condicionan. Pero siempre, nuestras decisiones serán más inteligentes cuanto más sepamos a dónde queremos ir.
Por todo esto, muy recomendable el libro de Isaacson, y no solo para aquellos interesados en el marketing.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario